Chimalhuacán
CRÓNICA (1/3): Yao quería festejar el Día del Niño, pero murió atropellado
CHIMALHUACÁN (21 mayo 2019).- El día que trabajadores municipales presuntamente alcoholizados los atropellaron, Yaollin y su papá regresaban de regalar entradas de cine a sus amigos para festejar el Día del Niño. Yaollin falleció en el hospital y el padre terminó en silla de ruedas.
A dos años de esta tragedia, no hay detenidos y la familia enfrenta el desdén de las autoridades de la Fiscalía General de Justicia mexiquense (FGJEM), que no cuenta con detenidos ni con intenciones de darles información.
Yao, como era conocido entre sus amigos, tenía 15 años, era alumno destacado de la Vocacional 9 del IPN, y soñaba con ser Ingeniero en Robótica para estudiar en Harvard y viajar a Japón.
Aquel 30 de abril de 2017, su padre, Pablo García, y él regresaban en una motocicleta, pensando en la cinta “Jefe en Pañales”, que verían al siguiente día, 1 de mayo, en la sala de cine que rentaron en la Plaza Chimalhuacán.
Sus planes terminaron abruptamente cuando una camioneta Ford Windstar roja los impactó en el cruce de Corregidora y Doctor Río de la Loza, a escasos metros de su casa en el Barrio Acuitlapilco.
Eran casi las 8 de la noche cuando el conductor de esa camioneta, con las luces apagadas, invadió el confinado del Mexibús, y se pasó el alto a gran velocidad. El impacto fue letal, padre e hijo volaron por los aires, mientras la camioneta se estampaba contra un poste de teléfono.
“Pudieron evitar el hacernos daño sí tan solo hubieran frenado, pero no hicieron el intento de frenar”, recuerda el padre a dos años de la tragedia.
Aún desorientado y con las extremidades fracturadas, Pablo intentó acercarse a Yao, pero no pudo, entonces notó que los pasajeros balbuceaban, iban ebrios.
Dentro del vehículo vio a Oscar Huerta Olivares, entonces Director de Gobierno de Chimalhuacán, quien gritaba al conductor ¡Jálate, jálate!, éste todavía arremetió contra Pablo, pero un vecino alcanzó a quitarlo antes de que lo arrollaran nuevamente. Yao estaba inconsciente.
Pablo grabó en su memoria los dos últimos dígitos de las placas, 78, y los rostros de los otros tripulantes, que después supo eran Wendy, Christian y Pablo, todos de apellidos Huerta Olivares, quienes aún trabajan en el Ayuntamiento.
En segundos, los curiosos los rodearon, algunos grababan la escena con sus celulares; también acudieron tres patrullas municipales una de ellas con el número 105; dos de tránsito, entre estas la TM-990, así como cuatro motopatrullas.
A todos ellos les gritó, con las pocas fuerzas que le quedaban, la descripción de la camioneta y las placas para que la persiguieran, nadie respondió mucho menos alertó por radio a otras unidades, como si la orden fuera no hacer nada.
“¿Qué hicieron? Nada, absolutamente nada, no avanzaron, omitieron realizar su trabajo”, suspira aún con dolor el también docente de primaria.
(SEGUNDA PARTE: ‘El hospital de la muerte’)