Dicha actividad estuvo coordinada por las diferentes áreas de las instituciones penitenciarias, como Trabajo Social, Psicología, Criminología, Servicios Educativos, Seguridad y Custodia, entre otras, y fueron las Personas Privadas de la Libertad (PPL) quienes las elaboran para fortalecer las tradiciones en nuestro país.
Si bien las ofrendas pretenden honrar a los seres queridos, todas coinciden en elementos básicos como el incienso, las flores de cempasúchil, las velas, comida, papel picado, imágenes religiosas, calaveras de dulce y chocolate y el tradicional pan de muerto (hojaldras).
De igual forma, las PPL efectuaron la instalación de los altares (los más tradicionales de tres niveles), que representan el cielo, la tierra y el inframundo y que son resultado del sincretismo de las ideologías prehispánicas y las creencias religiosas europeas.
En algunos penales, los privados de la libertad, se caracterizaron como catrines y catrinas y fueron ellos mismos los encargados de presentar el significado de cada ofrenda del Día de Muertos.