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Adolescente confiesa; mató a Esmeralda, de 6 años
Manuel, de 17 años, declaró ante autoridades y familiares que fue él quien asesinó a la pequeña desaparecida el pasado 5 de septiembre, aunque las razones aún no se saben.
El señor Miguel Ángel Ramírez todavía recuerda cuando su esposa Cecilia invitaba por las tardes a Manuel y sus hermanos, quienes entonces eran apenas unos niños y se quedaban solos mucho tiempo, debido a que sus padres trabajaban.
Miguel Ángel y Cecilia vieron crecer a sus hijos junto a estos niños, con quienes compartieron pasteles de cumpleaños y juegos en el empinado andador peatonal, sobre el cual ambas familias tienen sus casas, en el municipio mexiquense de Los Reyes La Paz.
Ahora Manuel tiene 17 años y el pasado 2 de octubre, en la Sala de Audiencia de Toluca, se declaró culpable de haber raptado, agredido y asesinado a Esmeralda, de 6 años, la penúltima hija de Miguel Ángel y Cecilia.
Una vez que el adolescente se declaró culpable, las autoridades retiraron a los padres de Esmeralda de la sala. Ahora, la familia se ha enterado que la defensa alega que el muchacho padece de sus facultades mentales. «Pero si va a la preparatoria y está becado; incluso maneja», dice el padre de Esmeralda, exasperado.
«Yo ni me imaginaba que este malvado había hecho una fechoría con mi niña», insiste el padre. Hoy se celebrará la segunda audiencia y la familia exige estar presente.
LOS HECHOS
Esmeralda, morena, bonita y alta para su edad, salió a comprar un pan tostado el pasado 5 de septiembre. Bajó el centenar de escalones del andador para llegar a la calle Francisco Villa, mientras su mamá la observaba. Doña Cecilia se metió un momento a atender a su bebé. Durante el tiempo en que la perdió de vista, Esmeralda visitó dos tiendas localizadas a unos cuantos paso del andador; en la segunda hizo su compra, regresó a la escalinata y comenzó a subir. El señor Miguel Ángel refiere que entonces Manuel interceptó a Esmeralda y la metió a su casa, con engaños o a la fuerza.
Mientras doña Cecilia comenzaba a buscar a su pequeña, Esmeralda era sometida y agredida a sólo 3 o 4 casas de la suya. Para cuando los vecinos recorrían las calles gritando el nombre de la niña, ella ya estaba muerta en la casa de su vecino.
Esa misma noche, según las declaraciones posteriores del adolescente -y que la policía mostraría a los padres de Esmeralda-, Manuel encostaló el cuerpecito y se brincó a la casa de su abuela, que queda justo detrás de la suya.
Subió al techo de lámina y desde ahí quiso descolgar el cuerpo. Pero se cayó junto con el cuerpo. Nervioso, desató la bolsa y volvió a treparse al techo. Dejó atrás un fragmento de su zapato.
No fue el único indicio. Además conservó, como recuerdo, un trapo con sangre de Esmeralda y la marca de una mordida en el brazo derecho, que le hizo la niña al defenderse, según dijo la policía a la familia.
Conforme pasaron los días, Manuel comenzó a hablar de mudarse a Michoacán con unos parientes. Hasta que el 18 de septiembre, una gallina suya voló -¿o la hizo volar?- al terreno donde estaba el cuerpecito. Fue junto con otro muchacho y juntos hallaron el cuerpo. El padre de Esmeralda afirma: «A este individuo el corazón le remordió la conciencia»».
Ese mismo día, Manuel fue detenido como sospechoso. Al principio, ningún vecino creyó que fuera culpable. Lo habían visto crecer. Lo estimaban a él y a su familia. Pero poco tiempo después confesó y pidió perdón a sus padres. No lo había querido hacer, les dijo, pero igual lo había hecho.
En la colonia, muchos lamentan no sólo el homicidio de Esmeralda, sino el hecho de no comprender qué pasó y en qué momento ese niño que jugaba en las escalinatas, de aspecto tranquilo y bonachón, con problemas de lenguaje, llamado Manuel se transformó.
Fuente:
El Universal EdoMéx